Ambientes Arquitectura Diseño Made In Ecuador

Topografía interior en el Centro Histórico

Cuando las columnas se convierten en troncos, alimentados por un corazón verde, es cuando la arquitectura alcanza una dimensión poética que derriba los límites de la indagación espacial.

Por: Paulina Terán.
Fotos: JAG Studio, Sebastián Maldonado y
Byron Olmedo

El proyecto Un bosque es un mundo en constante descubrimiento. Las texturas, los niveles y los elementos, que flotan y atraviesan, invitan a reinventar las formas de uso y apropiación en el espacio. Las plantas no son decorativas; son habitantes de este lugar compartido y atemporal que propone una experiencia sensorial e imaginativa de vivir lo cotidiano” explica Aquiles Jarrín, arquitecto de la obra.


En este departamento, ubicado en el Centro Histórico de Quito, se realizó una intervención que reinterpretó completamente el espacio, partiendo desde un recurso literario, aplicado a lo arquitectónico: metaforizar el lugar, decisión que, a su vez, transformó por completo la funcionalidad de las áreas. El departamento de 112 m2 se encontraba en buenas condiciones con características estándar. Su distribución estaba compuesta por un área social, dormitorio master con baño, dormitorio simple, baño social, una pequeña bodega y cocina.
“Se aplicó un conjunto de metodologías para comprender las necesidades y formas de habitar el espacio, avocando a la imaginación, la libertad de ocupar el espacio y las aspiraciones de lograr un hábitat amigable y cómodo para toda la familia” explica Aquiles y agrega que los propietarios del departamento, una pequeña familia, expresaron su necesidad de generar espacios menos definidos, que tuvieran adaptabilidad en sus funciones. Se buscó darle protagonismo al espacio social de la casa, dejando abierta la posibilidad de que este se confundiera con el espacio privado. El objetivo era generar una espacialidad dinámica que diera lugar a un “constante redescubrimiento y apropiación del espacio”.


En el proceso de investigación también surgió la necesidad de una presencia fuerte de naturaleza en el interior y de darles prioridad a las entradas de luz y aire, a la materialidad y composición (expresada en una estructura de hormigón de una altura libre de 3 metros) y a la privilegiada ubicación del departamento (rodeado de un paisaje urbano muy seductor compuesto por una vista de la loma del panecillo, lugar icónico de la ciudad, y enmarcado por fachadas republicanas).
Estas condiciones permitieron que el área social se convirtiera en un corazón verde, el mismo que puede ser percibido y apreciado desde cualquier parte de la unidad. Para alcanzar esta misión, una de las primeras decisiones que se tomaron fue demoler todas las paredes existentes, generando una nueva centralidad de luz: “Las paredes fueron reemplazadas por vanos de vidrio con accesos hacia el interior, reconfigurando el espacio y transformando algo que parecía un no-lugar en un patio verde, emisor de naturaleza y luminosidad” explica Aquiles.

Esa modificación significativa cambió por completo las reglas del juego: “Sin paredes, las columnas de la estructura de hormigón adquirieron una fuerte presencia […]. El desafío fue ver cómo potenciar este elemento preexistente y hacer que empiece a convivir en una nueva lógica del espacio. La solución se dio a partir de introducir una dimensión más poética a la manera de concebir el proyecto: se dejó de llamar columnas a las columnas para empezar a llamarlas troncos. Este gesto de metaforizar el espacio fue definitorio para todo el diseño y comprensión del proyecto, y así, surgió la idea de pensar que no estábamos en un espacio domesticado, como es un departamento con las características inicialmente descritas, para introducirnos en un mundo más salvaje y silvestre que es un bosque” dice Aquiles.


Así, en un escenario similar a un bosque, lo que cabría ahí serían, principalmente, otros árboles: “algunos caídos, sobrepuestos, como suele suceder en la naturaleza. La sección de las columnas existentes de hormigón era de 30 x 30 centímetros; con estas dimensiones se decidió generar nuevos elementos que las repliquen, y con ellos se generó una suerte de ejercicios lúdicos y experimentales. Se probaron muchas maneras de atravesar el espacio. Con estos nuevos troncos-vigas para jugar, el proceso de diseño se consolidó” asegura Aquiles. “Al sobreponer los troncos se crearon nuevos niveles en el piso, teniendo alturas de 30 y 60 centímetros. Aconteció una topografía interior que se redibujaba constantemente” agrega.


Una vez definido el anteproyecto, se decidió otorgarles a los “troncos” un carácter multifuncional. Para construirlos, se utilizaron planchas de metal de 4 y 6 milímetros de espesor; el metal fue el material más indicado para este proyecto porque sus características permitían un uso más versátil: “Con estos troncos metálicos se logró desarrollar prácticamente todos los elementos del proyecto; los espacios de intimidad, como cuartos y baños, surgen de la sobreposición de estos elementos que arman closets, y que funcionan al mismo tiempo como diferenciadores de espacio. No existen puertas, sino cortinas con imanes que cierran visualmente los espacios, invitando a nuevas lógicas del respeto y la intimidad entre los habitantes del bosque” explica Jarrín.