Incrustada en un paraíso, se encuentra esta joya para vacacionar. De estilo minimalista e inspirtación cubista, la casa exhibe un tpo de lujo en estado puro, gracias a la interacción de volúmenes depurados y a su perfecta inserción en el exuberante entorno mediterráneo.
Esta casa de 400 m2 está ubicada en el sur de Córcega en la región de Bonifacio. La villa privada está alejada de todo y rodeada de naturaleza soleada. Es una interpretación moderna del espíritu simple y humilde de la región de Bonifacio. En este proyecto, el interiorista Reda Amalou, del estudio AW2 (www.aw2.com), tuvo que sortear los obstáculos de una topografía irregular. La marca que Amalou (trotamundos, amante de la estética y reconocido diseñador) deja en este proyecto es su capacidad para inspirarse en la sensualidad natural del entorno e irla fusionando poco a poco con la casa, hasta que se vuelva parte integrada del todo.
Articulada a través de pequeños y poéticos callejones interiores, la vivienda está rodeada de cactus y a primera vista, ofrece un acercamiento emotivo y creativo a quien la conoce.
El mayor reto del proyecto fue, sin duda, el lugar. AW quería preservar la exuberancia del entorno y su tupido bosque mediterráneo, el “maquis”, como se lo conoce en Francia. La idea era no irrumpir, sino calzar respetuosamente.
Se trabajó en la villa en cuatro niveles diferentes, con una pendiente de dos metros y la creación de aperturas y vistas que integran la naturaleza al diseño interior. El objetivo principal era sacar a relucir la belleza natural del paisaje y su impresionante vista. Por eso, el interior es voluntariamente neutral gracias al uso de concreto y hierro. La idea es que, cuando la gente habite la vivienda, esta lo obligue a mirar hacia afuera, a buscar la luz y el calor. Esto le otorga a la propiedad un fuerte sentido de pertenencia.
En su interior, el lugar busca parecerse al entorno natural que lo rodea y eliminar la barrera entre el interior y el exterior, volviéndose infinito. Así, quienes la habitan se mueven de las áreas externas a las internas, como si se tratara de un solo espacio. La organización de las vistas y los niveles de la casa hicieron que se lograra este efecto. Con sobriedad y fluidez, la planta baja reúne a todas las salas. Es un gran espacio modular dividido con ingenio, desde la gran sala hasta la cocina familiar. A medida que uno se adentra en la propiedad, va descubriendo nuevos recovecos. Gradas de concreto conducen a la planta alta, en donde se encuentran los dormitorios.
Aunque no tiene una ubicación contigua con la sala, el dormitorio máster parece una extensión de la misma, pues replica el uso de muebles antiguos de los años 50 y 60 (introduciendo un único elemento de mobiliario actual: una silla de mimbre de Jeanine Abraham). También se repite aquí el panel de ladrillos. Las cortinas hasta el piso le otorgan un aire de glamour casual a la habitación y al correrse muestran el sobrecogedor horizonte del Mar Mediterráneo. La alfombra pequeña de Berbére al lado de la cama es el detalle perfecto para terminar de definir la personalidad de este espacio. La “temperatura” visual de la construcción alcanza un punto neutral, gracias al equilibrio entre materiales conceptual y físicamente opuestos. El concreto en paredes y pisos es la gran base sobre la que se colocan piezas cálidas de mobiliario y decoración en fibras y materiales naturales como el bambú, la caña y el mimbre. La limpieza del concreto facilita la apertura de los espacios sociales, divididos únicamente por paneles de ladrillos. En la casa se respira amplitud.La sala principal se lleva la mayor atención. El piso en concreto pulido y el tumbado en varas de acero rústico se complementan con el mobiliario en colores más intensos, conformado por piezas que tienen historia, como el sofá de Sede viejo, o los cojines hechos con camas militares antiguas.
La silla Bertoia, la lámpara tejida de Annabell Kassar, la silla René Prou y las piezas de cerámica de Accolay introducen elementos más cálidos, compatibles con la chimenea, hecha a la medida por artesanos de Bonifacio y el panel de ladrillos, diseñado específicamente para esta área, a gusto del cliente. En el comedor, la soberbia mesa de cerámica caprón y roble de Pierre-Saint Paul (un homenaje a los años 50 y 60) se lleva todas las miradas y es complementada por las sillas y la lámpara de mimbre. Este último material se repite en varias zonas, tanto en muebles, como en lámparas. En el área de la piscina se lo encuentra en las lámparas colgantes provenientes de Hoi An (Vietnam).
Este espacio también utiliza aluminio en el tumbado, contrastado con caña. Un larguísimo asiento, creado con pallets y telas enceradas, espera la llegada de los visitantes que ansían un buen chapuzón, evocando el espíritu relajado y perezoso del verano mediterráneo.
Como un gran lienzo de Rothko, la fachada rosada del cuarto de máquinas se refleja en la piscina, ofreciendo una vista refrescantemente bella y convirtiendo a esta en una atmósfera relajante y magnética, un rincón ideal para ver el atardecer o relajarse bajo una noche estrellada.