No solo el periodismo corre por las venas de Carolina Urrejola, también lo hace la estética y, sobre todo, si tiene que ver con sus ganas de darle a su casa toques personales en los que se estampen su forma de ser, de ver la vida, sus pasiones y las de su familia. “Es nuestro lugar favorito, donde convivimos y nos encontramos en familia y con amigos. Cada vez me cuesta más salir. He diseñado mi vida laboral para pasar tiempo aquí. Salgo un par de horas en la mañana y un par de horas en la tarde. El resto estoy en la casao en actividades con los hijos”, explica.

Fue hace siete años que –en una página web especializada en corretaje inmobiliario– apareció esta casa-. Era la indicada para ella que, por aquel entonces, ya tenía una hija y se había casado hace poco, por lo que buscaba un lugar más cómodo y amplio donde vivir, algo que los benefició, tiempo después, cuando a la familia llegaron los dos hijos de la pareja y que hoy disfrutan de espacios comunes donde los juegos son parte del diario vivir.

La proporción que existe entre la casa y el jardín, cuenta que es lo que más le gustó, al igual que sus distintos rincones, los que ha sabido aprovechar a la perfección y hoy pareciera que cada uno de ellos tiene personalidad propia. Por ejemplo, a un costado de un gran ventanal, es evidente la enorme pasión por la música que siente esta familia. Ahí, los protagonistas son discos, un tocadiscos y un gran parlante de audio.

En ese rincón, como en otros, todo está perfectamente equilibrado y lo más importante, “todo tiene sentido”, como explica ella. “Tengo corazón maximalista, soy buena para juntar y coleccionar. Mi esposo, en cambio, es minimalista. Creo que hemos hecho una buena combinación”, confiesa.

Otro de los aspectos que la pareja tomó en cuenta a la hora de elegir esta propiedad, es que sus dueños –con quienes compartían algunos gustos– ya habían hecho ciertas remodelaciones. Claro que cuatro años más tarde, quisieron realizar otra, bastante más importante, en la que renovaron los closets y la terraza. Además, botaron el muro del comedor para integrar la cocina. “Es el lugar donde cocinamos, escuchamos música, están los juguetes de los niños en la ex chimenea, guitarreamos… es el centro de la casa”, explica.

Una mampara de vidrio y fierro separa este lugar del resto de la casa. “Había una puerta más chica y era necesario un cambio para unir más los espacios y darle protagonismo a la separación. Me gustó porque es como de estación de tren antigua”, comenta. Carolina Urrejola asegura que la de ella no es una casa grande, pero que lo que más le importa es que sí sea cálida. Y a todas luces, lo es.