
El arquitecto japonés, gran defensor de los lazos comunitarios en el urbanismo, ha ganado el Premio Pritzker 2024 “por recordarnos que en arquitectura, como en democracia, los espacios deben ser creados por la voluntad del pueblo”, señaló el jurado.
Por Redacción Casas. Fotos: Getty Images y Shutterstock
Yamamoto, nacido en Beijing en 1945, pero asentado en Yokohama (Japón) desde el final de la II Guerra Mundial, establece un parentesco entre lo público y lo privado y rechaza reducir la vivienda a una mercancía sin relación con los vecinos, afirma el comunicado del máximo galardón mundial de la arquitectura.
Por eso, sus proyectos de vivienda incorporan elementos relacionales, asegurando que incluso los residentes que viven solos no estén aislados. Para él, la arquitectura debe unir culturas, historias y ciudadanos de distintas generaciones. Él lo ha logrado “Con sensibilidad, adaptando la influencia internacional y el modernismo, para inspirar sociedades armoniosas a pesar de la diversidad de identidades, economías, políticas, infraestructuras, y sistemas de vivienda”, afirmó el fallo, emitido por un jurado que ha dirigido el arquitecto chileno Alejandro Aravena, premiado en 2016.

“Para mí, reconocer el espacio es reconocer a toda una comunidad”, expresó Yamamoto. “El enfoque arquitectónico actual enfatiza la privacidad, negando la necesidad de relaciones sociales. Sin embargo, podemos honrar la libertad de cada individuo mientras vivimos juntos en un espacio arquitectónico como una república, fomentando la armonía entre culturas y fases de la vida”.
Idea de comunidad en su arquitectura
Así, para él los miembros de una comunidad deben cuidarse unos a otros. Y a su juicio, una comunidad significa compartir un espacio, deconstruyendo las tradiciones nociones de libertad y privacidad, al tiempo que la arquitectura responde a las necesidades del futuro, permitiendo que la vida prospere. Con estos principios, ha desarrollado las influencias de las viviendas tradicionales japonesas ‘machiya’ y los ‘oikos’ griegos, en los que las conexiones y el comercio eran esenciales para la vitalidad de cada familia.

En sus obras, activa el umbral entre la vida pública y la privada, y construye abundantes lugares para los compromisos y los encuentros casuales. Además, abunda en la transparencia para que quienes están dentro de sus espacios puedan experimentar el entorno que hay más allá, mientras que quienes pasan pueden sentir un sentido de pertenencia.
También trata de ofrecer una continuidad consistente del paisaje, usando los entornos naturales y construidos preexistentes para contextualizar la experiencia de cada edificio.