La renovación de este apartamento en La Floresta, Quito, fue más allá de la capacidad que tienen todos los espacios para ser remodelados, habitados e intervenidos. Aquí los cambios se hicieron para acoger nuevos cambios, en un interesante proceso interminable de transformación que convierte a este en un hogar mutable, ideal para la creación.
Por: Paulina Terán.
Fotos: Soledad Rosales y JAG STUDIO
Actualmente, este departamento de 180 metros cuadrados, renovado por Felipe Escudero Studio, tiene dos habitaciones. Pero el día de mañana podría tener más. Hoy acoge al mismo Felipe, quien vive solo aquí; pero la próxima semana podría, sin problema, ser el hogar de una pareja con hijos. “Aunque yo inmediatamente comencé a vivir aquí, se lo pensó como un espacio que fuera flexible y que pudiera cambiar, mientras yo no viviera aquí; que también pueda funcionar para una pareja con uno o dos hijos. Entonces, por ejemplo, ahora el dormitorio master es totalmente abierto hacia la doble altura. Pero tiene unos paneles corredizos que hace que se cierre el espacio” explica Felipe.
La renovación se hizo en apenas dos meses porque no querían molestar a los vecinos y porque ya se acababa el tiempo de alquiler en otro lugar para Felipe. Lo que se hizo en todas las plantas fue botar casi todas las paredes que tenía el departamento para crear un solo espacio grande, que se pudiera subdividir con paneles más livianos. “La idea era que el departamento fuera casi como un lienzo blanco” observa Felipe. Se mantuvieron las bellísimas gradas que ya existían. Lo único que se hizo fue “limpiar” el área botando las paredes que estaban alrededor, para que se pudieran resaltar más. El estilo previo de la casa es descrito por Felipe como un estilo “estándar, genérico, sin mucho carácter, pero sobre todo bastante más oscuro por las divisiones y la selección de materiales. El estilo actual es moderno, funcional y juguetón y también podría definirse como futurista”.
Con la renovación, otro de los principales objetivos fue darle más luz al departamento. Al estar ubicado en La Floresta, del lado de la montaña que da hacia Guápulo, al departamento le pega la luz de la mañana, en donde tenemos la sala, cocina y comedor y en la parte de arriba, donde está el dormitorio master. Los espacios más prominentes se pensaron para que tuvieran la luz de la mañana. Para optimizar esas entradas de luz, además de derribar todas las paredes, lo que se hizo fue también abrir una parte de un entrepiso para que una claraboya, desde arriba, reciba el sol durante todo el día y caliente el espacio. Esta doble altura está ubicada justo en el centro; es el corazón y provee de calor a todo el ambiente.
En el departamento se dejó espacio para el capricho y la fantasía. Se pensó en la funcionalidad y el ingenio, algunos de los ambientes que se destacan por eso son “uno, el lavadero de la cocina, pensado para que yo pueda tener muchos platos sucios durante mucho tiempo, e igual tener la cocina ordenada y limpia. El segundo es que se abrió un ducto, justo el ducto que estructura las gradas, antes era cerrado. Lo abrimos para maximizar el área y también para utilizarlo como un instrumento para botar la ropa sucia directo hacia la lavandería que está en el subsuelo. Es algo súper interesante. El tercero es el lado del departamento que está justo al lado de la ventana, con las vistas de Guápulo, El Auqui y los valles de Cumbayá y Los Chillos. Los atardeceres son increíbles ahí. Por otro lado, abrir el espacio de la doble altura y poner esta serie de macetas coloridas en diferentes alturas, generando un jardín, con este casi invernadero, también es como una pequeña obra de arte dentro del departamento” confiesa Felipe.
El material predominante es el terrazo pulido. “Quería algo claro que ilumine el espacio, pero que también se sintiera como textura, como material natural, no como recubrimiento artificial. El terrazo de pisos y paredes se fundió en obra artesanalmente, escogiendo, piedra por piedra, cómo iba a quedar y en los mesones de cocina y baños también se utilizó terrazo, terrazo negro. Pero en este caso es un terrazo pre-fabricado que tiene las capacidades técnicas para durar y envejecer bien en ambientes extremos como cocinas y baños. Lo bueno del terrazo es que es un material súper durable. Si se quisiera renovar en cinco años, por ejemplo, lo único que se hace es darle una pulida y queda como nuevo. No hay que renovar nada. Esto, además de ser una buena inversión económica, es una buena inversión para el ambiente” dice Felipe. Este último aspecto es una preocupación recurrente en los proyectos de su estudio.
En cuanto a la cromática, se compone de tonos negros, grises y blancos. Los muebles fueron pensados para definir los espacios a través de su forma y de sus materiales. En las áreas de servicio y cocina se impuso el negro. En la sala se buscó lograr una vibra “zen”, que fuera un lugar de relajación e inspiración, por lo que tiene solamente tonos grises. El comedor es totalmente hecho de madera. “Me encanta la playa, entonces, quería crear esa sensación. Y de ahí tenemos el jardín con las plantas y el estudio, que tienes colores más fuertes, más juguetones, un poco pensando en la idea de estimular la creatividad” dice Felipe. El sofá, la alfombra, la mesa de acrílico de la sala, las sillas, la mesa de comedor, la escultura mural que está ahí, la lámpara, entre otras piezas fueron diseñadas por Felipe Escudero Studio. “La idea fue que cada una de estas piezas de diseño se sintieran realmente como un objeto más abstracto. Por ejemplo, ves al sofá y son esta serie de rectángulos más abstractos y en la alfombra también tienes una figura geométrica. Las sillas tienen un tallado artesanal en madera, bastante espectacular. Cada una de estas piezas fueron pensadas como objetos de escultura” asegura. Estos se complementan con la inclusión de las piezas propias de Felipe como la obra de arte que exhibió en el Royal Academy of Arts de Londres y que descansa en la sala, o una parte de otra obra a gran escala que se mostró en el Club House y de la que quedó esta porción naranja. Así, con cada detalle este lugar reafirma la regla máxima que lo rige: en la vida, el arte y la arquitectura, lo único permanente es el cambio.