Pioneras de la arquitectura ecuatoriana es una investigación, una publicación digital e impresa llevada a cabo por las jóvenes arquitectas quiteñas Verónica Rosero y María José Freire. Junto al aporte del Decano de Arquitectura de la Universidad Internacional SEK, Néstor Llorca, y frente a la escasa documentación y difusión respecto a este tema, las autoras decidieron destacar y dotar de contextos más detallados los aportes de algunas de las mujeres más importantes en la arquitectura ecuatoriana del siglo XX, específicamente entre 1930 y 1980.
Fue una conjunción afortunada de eventos –dice Verónica Rosero–, yo había participado como redactora de Un día Una arquitecta (https://undiaunaarquitecta.wordpress.com/), proyecto que aunó esfuerzos de investigadoras de varios países para visibilizar el trabajo de cientos de arquitectas que habían permanecido en el anonimato. Más adelante, Néstor y yo, como parte de un proyecto de investigación entre la Universidad SEK de Ecuador y la Universidad de la República de Uruguay, iniciamos la investigación sobre Ethel Arias, arquitecta uruguaya que fue la primera mujer en ejercer la profesión en Ecuador. Paralelamente, María José había empezado a trabajar en un proyecto relacionado en la Universidad Central”.
En efecto, María José Freire, dentro de un proyecto de vinculación de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central del Ecuador que se proponía estudiar la evolución de las tesis de grado de las mujeres arquitectas, detectó la posibilidad de ampliar el estudio no sólo al campo académico. Así se decidió incluir también el ejercicio profesional y tomar en cuenta a las cuatro primeras facultades de arquitectura del país en Cuenca, Guayaquil y Quito.
La propuesta busca reconocer las contribuciones de las primeras mujeres arquitectas en la construcción de nuestra historia, una historia que había sido contada solo desde los aportes y el punto de vista masculinos. Esta publicación de 162 páginas se detiene en varios campos dentro de los cuales se destacó la labor de la primera generación de arquitectas en el país: Proyecto y Construcción, Teoría y Academia, Urbanismo y Sociedad, Patrimonio y Restauración. Sin embargo, como asegura Rosero: “su participación en cada uno de los campos no es homogénea. El trabajo de estas mujeres se volcó principalmente hacia la parte teórica o académica así como al área patrimonial. Aunque no de forma deliberada, asumieron roles que seguramente eran menos hostiles en su desempeño profesional. Por ello las llamamos Pioneras y Pensadoras.”
Néstor Llorca, por su parte, añade que “a pesar de que existen aspectos o campos específicos, lo importante es destacar el papel general de las mujeres en la construcción de las ciudades”. Es más, Llorca hace notar que la arquitectura es una disciplina transversal, en la cual interviene la historia, la tecnología, así como la configuración espacial de las sociedades. “La evolución histórica del estudio –añade Néstor–, busca encontrar los hitos que fueron disminuyendo el estereotipo de una asignación de roles por género”.
El libro inicia con una introducción de Néstor Llorca que compromete a hombres y mujeres con los estudios de género. “No es un libro sobre mujeres para mujeres, es una parte de la historia que nos compete a todas y todos como sociedad”, asegura Rosero. Los capítulos dos y cuatro, componen el núcleo del libro y son producto de la investigación realizada por María José Freire y Verónica Rosero pues comprenden una panorámica del fenómeno de invisibilización de la mujer en la profesión. Además, en estas páginas se resalta una serie de perfiles específicos para cambiar esta realidad y tratar de completar la historia de la arquitectura ecuatoriana.
El tercer capítulo, a cargo de Verónica Rosero y Néstor Llorca, aborda la figura de la uruguaya Ethel Arias Duarte, la primera mujer en ejercer la arquitectura en nuestro país. El estudio incorpora breves aspectos biográficos sobre su formación académica, una contextualización de la década de 1950 y el ejercicio de la profesión, así como una revisión sobre las complejidades de ser mujer en un medio conservador con una profesión masculinizada. Una de las partes fundamentales de este capítulo es el análisis de su proyecto más relevante, la reconstrucción del Palacio de Gobierno, edificio que, pese a su carácter historicista, forma parte del discurso sobre la modernidad en Quito. “El camino iniciado por Otilda Plaza –afirma Verónica Rosero–, Cecilia Rosales o Ethel Arias no solo permitió la formación de arquitectas en el Ecuador, sino que evidencia el protagonismo que las Universidades, los Colegios profesionales y las redes de pensamiento están obligadas a tener en la inserción de temas de género”.
Según María José Freire, más que desplegar una lista de figuras a destacar, Pioneras de la arquitectura ecuatoriana hace patente la necesidad de articular este tipo de investigaciones al conocimiento del legado arquitectónico del país. Dice Freire: “para ello es importante incluir las obras de las mujeres arquitectas en los Syllabus de las facultades de arquitectura y también mediante la divulgación de los aportes de las siguientes generaciones. De esta manera, se podría tender a completar nuestra historia desde una visión inclusiva de todos sus actores.” Néstor Llorca apoya esta idea al plantear que “la creatividad no solo es un recurso de diseño, también se puede volver la mejor herramienta para la búsqueda de alternativas de desarrollo. La profesión debe responder a cambios de paradigmas tecnológicos, tipológicos, pero sobretodo sociales. Así, nos corresponde acoger todas las variables identitarias de la comunidad contemporánea; no sólo la diversidad de género, sino además los cambios generacionales, de conformación familiar, los orígenes y migraciones, la dicotomía entre espacio físico y virtual (cada vez más hermanada). El espacio construido está obligado a adaptarse a estas reconfiguraciones con sensibilidad, conciencia planetaria y rigor ético”.
Dentro de la perspectiva de género que adopta este libro, su exploración toma en cuenta la trayectoria personal de las arquitectas pioneras y las conjuga con el contexto histórico, situado en las realidades del Ecuador y sin olvidar una serie de materiales complementarios que hacen de este libro una verdadera excursión por obras arquitectónicas, instituciones y vidas. Hay que destacar, sin embargo, como opina Verónica Rosero que “en el ejercicio de la profesión en cuanto a proyecto y construcción no existe ninguna diferencia entre mujer y hombre. Estamos culturalmente condicionados a otorgar a la mujer cualidades asociadas a lo delicado, a lo decorativo, al detalle, a lo sensible, pero la realidad es que tanto los hombres como las mujeres que se han destacado en la arquitectura poseen las cualidades holísticas requeridas en este campo, han integrado sensibilidad y conocimiento técnico”. Es más, se atribuye erróneamente la supuesta ausencia de mujeres arquitectas a la falta de autoconfianza, esfuerzo o capacidades. “Muchos olvidan que las estructuras sociales, políticas y gremiales han limitado el acceso, la visibilidad y ascenso profesional de la mujer –dice Rosero–, hacen falta estrategias y planes para mitigar la grave problemática de la desigualdad”.
Es más, Néstor Llorca apunta que es necesario ir hacia “una resignificación de conceptos como aquellos de aporte, colaboración y autoría dentro de los cuales las mujeres presentes en este libro abrieron el camino. También es necesario revisar conceptos espaciales como público, confortable, útil o las esenciales de forma, función y estructura”. Llorca concluye que “una de las grandes ventajas de la arquitectura es que puede seguir dedicándose a solucionar los espacios mientras entiende que los habitantes de los mismos tienen nuevos requisitos”.
El libro está originalmente destinado a estudiantes y profesionales de arquitectura ecuatoriana y latinoamericana. No obstante, Rosero opina que tiene un alcance que va más allá de la profesión porque “la metodología, estructura de la investigación y su enfoque feminista son replicables a otras profesiones que también necesitan complementar su imaginario y contenidos, hasta ahora vistos casi exclusivamente desde una perspectiva masculina”. Otras investigaciones hermanas validan y afianzan esta visión: en países como Argentina, Colombia o España, existen publicaciones que también destacan los aportes de sus arquitectas pioneras. Verónica Rosero concluye que “este proyecto aspira a motivar nuevas investigaciones, nuevos hallazgos, nuevos enfoques desde el material inédito que ahora está al alcance del público en general. Esperamos que institucionalmente a nivel nacional se acepte e invierta en proyectos con base feminista, así como lo hizo la UISEK, el Colegio de Arquitectos y el Museo Archivo de Arquitectura Ecuatoriana, pues más allá de las buenas intenciones y capacidades, cualquier investigación necesita sustento económico y apoyo institucional para ser llevada a cabo”.