Una tierra de algarrobos, de pequeños bosques que reverdecen en el calor del Valle, en Quito. Cuando el arquitecto Alfredo Rivadeneira se hizo cargo de este proyecto, el terreno, con una cantidad enorme de algarrobos muy antiguos, se convirtió en la piedra angular de su propuesta. “Los propietarios tenían un apego especial por estos árboles y dentro de sus requerimientos fue tratar de mantener la mayor cantidad de ellos”.
Entonces la intención de su arquitectura fue incorporar estos árboles para convertirlos en los elementos que articularan el espacio. La casa está formada por un cuadrado perfecto en su planta. Cada uno de sus lados mide 19.60 metros. Este cuadrado empezó a tener espacios que se fueron substrayendo con la presencia de los árboles, ambientes negativos dentro de la composición que determinaron las relaciones espaciales y funcionales de la casa.
En la fachada, los elementos transparentes hacia la calle se protegieron mediante el uso de una gran celosía metálica, que envuelve a uno de los árboles más importantes de la propiedad, en medio de un paisajismo sutil y elegante. Este gran espacio da forma al acceso de la casa y crea lo que Alfredo llama “un umbral entre lo público y lo privado”.
Hacia el poniente la casa se abre generosamente con ventanales que desnudan los paisajes lejanos de la cordillera. En la planta baja, el espacio es tremendamente fluido desde el punto de acceso hacia la zona del jardín. Aquí se ubican los ambientes sociales de la casa, la sala y el comedor, cuyo espacio se maximiza con una techo a doble altura, pisos negros y una cromática profundamente blanca, en medio de ciertos detalles de transparencia, que permiten la entrada juguetona de la luz natural.
El área social se comunica directamente con una gran terraza cubierta, desde la que se aprecia la vista imponente de un paisaje natural.
“Nuestra arquitectura busca que los materiales de construcción se presenten tal y como son. En este caso se destacan los elementos estructurales de hormigón armado como objetos reguladores del espacio. El uso de elementos de acero pavonado genera puntos de interés en la composición formal del edificio”, dice Alfredo. En el hall de ingreso se encuentra la escalera principal que conduce a la planta alta. Esta escalera desemboca en el espacio familiar que tiene relación con la doble altura de los espacios sociales, dando pie a la integración, la comunicación fluida de los ambientes.
Hacia el otro costado, se encuentra una escalera secundaria que vincula la casa de forma privada, conduciendo al nivel inferior en donde se ubican las dependencias del personal de servicio, las bodegas y los estacionamientos.
Esta propiedad de arquitectura contemporánea, de líneas limpias y rectas, cobra vida en medio de ese pequeño bosque de algarrobos, que marcan su estilo, uno en el que prevalece la imponencia, la elegancia, la simplicidad, el encanto.