Cada espacio interior se desnuda con detalle. Visto desde adentro, la casa tiene inmensas postales vivas de la naturaleza circundante. No hubo mejor elección que esos grandes ventanales.
El arquitecto Juan Pablo Ribadeneira es el responsable de esta obra arquitectónica a una sola planta, de una forma muy limpia, líneas horizontales y volúmenes que se traslapan, combinando materiales, entre pintura blanca y piedra. Sencillo, quizás con la intención de que la casa literalmente se funda armoniosamente en el generoso jardín que se alza en un terreno de 3000 metros cuadrados. Sin embargo, la elegancia e imponencia de la estructura no pasa desapercibida.
La vivienda se encuentra en el filo del cañón del río Chiche. La vista es única. Su ubicación la aleja de otras casas permitiéndole destapar su intimidad al natural por sus cuatro frentes, dos hacia el cañón y los otros dos, a los jardines. Su bosque de algarrobos (un árbol nativo que es muy difícil de sembrar) fue pieza clave en el diseño arquitectónico. Su presencia en pleno Valle permite controlar la luz solar y la temperatura en ciertas horas del día.
La iluminación natural es envolvente. Los ventanales más grandes dan al cañón del Chiche recibiendo el sol suave de la mañana. En cambio, la fachada principal es un tanto más cerrada para aplacar el sol, a veces, incómodo de la tarde.
Para Juan Pablo, una de las características más importantes de la casa es el área social y el porche que tienen mayor altura frente al resto de los ambientes. Aquí se destaca una viga de metal oxidado que sirve para romper la mampara de vidrio en dos partes y una pared flotante que da un halo de independencia sin interrumpir la lectura de continuidad de los espacios.
En el interior la intención fue “nada de corredores” para integrar cada uno de los espacios y disfrutar al máximo del diseño interior, muy personal. La dueña de casa creó una combinación de piezas de valor histórico con elementos contemporáneos. A partir de ahí se tomaron decisiones como pintar varias paredes de color negro para que se convirtieran en el marco perfecto para exhibir valiosas piezas de arte.
El mobiliario sobrio revela un gusto por los elementos de colección de aire clásico. Contrastan con elecciones escultóricas como la magnífica lámpara de cristal del comedor y la puerta principal. Además de detalles únicos como la serie de alfombras y las piezas decorativas de aire antiguo.
Por: Gabriela Valenzuela.
Fotos: Lorena Darquea