Pocas casas tienen esa cualidad: están marcadas por los destellos y son estos los que desencadenan cada gesto y cada movimiento.
Esta casa está viva. Rodeada de un lago y desbordante vegetación, se apaga, se enciende y respira, alineada con la fluidez y el movimiento de la naturaleza. Construida con materiales nobles y en una gama neutral, esta vivienda es un lienzo de grandes volúmenes que deja espacio para el silencio y la calma.
Para Juan Xavier Chávez, su creador, lo más importante siempre fue alinearse con el latido original de la creación: su propio biorritmo, compuesto por los sueños y anhelos de sus futuros habitantes y perfumado por el aroma de la tierra y el agua. “Diseñar una casa es un trabajo, en cierto modo, parecido al de un psicólogo: en el proceso vas conociendo y comprendiendo a la familia, para satisfacer sus gustos y traducirlos a un criterio de diseño” confiesa, mientras, sonriente, agrega que este trabajo, en particular, fue muy placentero, pues los dueños de la casa entraron al proceso con absoluta apertura.
“Podría decirse que esta es una casa moderna, pero a mí me gusta utilizar muchos materiales nobles, como la madera natural, el hormigón visto y la transparencia. También se usaron elementos de otras épocas. Para darle un aspecto algo tradicional, se hicieron aperturas redondas que traen a colación elementos de las casas que en su momento fueron modernas, durante los años 60 y 70, aproximadamente. Quizás, si queremos ser más específicos, podría decirse que hay elementos del estilo industrial, pero con la calidez de acabados como la madera, la transparencia del vidrio y el aluminio” explica Juan Xavier, aunque para él más importante que crear conceptos estéticos es crear experiencias sensoriales, desde la funcionalidad. “Se trata de que sea algo más sensorial. Lo que busco es que la gente dentro de la casa sienta algo distinto, más allá de lo estético; que cree una sensación: de recogimiento, de libertad, de seguridad, de conexión con el exterior, etc.”, agrega.
El primer gran impacto lo provoca, sin duda, la fachada frontal. “Lo que se hizo fue separar la cubierta con una enorme pared que se desborda sobre el ingreso y sirve como lineamiento para bañar cenitalmente toda la entrada, apuntando directamente hacia la piscina y la parte exterior. Quería crear planos que se percibieran como desfasados, casi etéreos, para que hubiera una integración visual de todas las áreas exteriores e interiores de la casa, la iluminación y los visuales” dice Juan Xavier. Así, la pauta está marcada por el entorno, teniendo una gran importancia visual la parte posterior: el lago, la piscina, la vegetación y tomando en cuenta, también, la vista frontal de la vegetación que rodea a la casa.
Se dio privacidad al volumen derecho: habitaciones, cuartos, estudio. El volumen fuerte de la casa, el más expuesto, está equilibrado con la ya mencionada gran pared de cemento, la misma que está soportada por todo el techo que enlaza todo. “Decidimos colocar el mismo material, para que visualmente se entendiera que el mismo tumbado de madera está afuera y adentro; es uno solo” reitera Juan Xavier. Desde la fachada frontal es visible, además, el área de las escaleras, las mismas que generan un efecto visual desconcertante y agradable. “Reforzando el objetivo de mantener la visual hacia el fondo, se colocó la escalera como un elemento aparte que sube en esa misma dirección, totalmente desconectada de los escalones. Aprovechando la iluminación lineal de la parte de arriba, pusimos un jardín debajo, con una pequeña apertura de iluminación natural” dice Juan Xavier.
La piscina es a la vez un lugar para disfrutar y un espejo de agua, cumpliendo una función práctica y semántica a la vez. “Hay una parte en que la piscina toca el vidrio de la sala. Lo que quisimos es que casi se lograra que desaparecieran las ventanas y todo estuviera completamente conectado, lo cual le dio, además, mayor fuerza a la gran pared de hormigón, ya que esta baja, precisamente, hacia la piscina”, anota Juan Xavier.
Definitivamente, el elemento más interesante de la casa es su cualidad casi orgánica: “Para nosotros es importantísimo el factor bioclimático. Cualquier fachada de vidrio debe estar siempre protegida con volados. Quisimos jugar con el paso del sol, el asoleamiento y las sombras que podrían generarse”, confiesa Juan Xavier. Algunos de los elementos más representativos de esta búsqueda, además del tragaluz principal que atraviesa toda la casa, son las ventanas redondas y en particular la de la sala. Se buscaba que hubiera un tipo de iluminación viva. Resulta fascinante descubrir que la casa tiene su propia versión de reloj solar. Después del mediodía, se hace evidente un gran círculo de luz (el paso del sol por la gran ventana redonda de la sala) que empieza a moverse por toda la vivienda, a medida que va transcurriendo la tarde. Y a veces a la gente le provoca ver la “puesta de sol” de ese reloj natural, desde la planta alta, que funciona como un balcón, desde el que se disfruta la vista del comedor y la sala, al fondo la piscina y más allá, el lago y su insondable belleza.