Un diálogo armónico entre arquitectura y naturaleza
La arquitectura hace lo imposible, posible… con una mirada sensible y una profunda conexión con el entorno se logra dar vida a los deseos de las personas, como en esta obra titulada “Casa Taller de un Artista”. El proyecto estuvo a cargo del arquitecto Juan Erazo, quien contó con la colaboración del arquitecto Bernardo Borja y el ingeniero Fernando Villacrés.
Juan Erazo comprendió el requerimiento del propietario: construir una casa imperceptible, que respetara la topografía y la vegetación existente. “El reto principal fue apropiarme del terreno, para lo que el partido arquitectónico se basó en contrastar la topografía natural sinuosa con la línea recta construida, con la intención de resaltar las curvas existentes. Este es un diálogo armónico entre arquitectura y naturaleza, logrado a través de la relación entre los planos opacos, planos transparentes y translúcidos, los espacios abiertos, cerrados y el entorno”, dice Erazo
Desde uno de los frentes, todo lo que se puede ver son palmeras, árboles, césped, cielo azul y las curvaturas del terreno. A través de lo que el arquitecto llama “una peregrinación” por la parte superior del terreno, fue descubriendo elementos naturales únicos como un lago, que posteriormente son decisivos en la construcción del espacio. Con sutileza, a medida que se dan pasos, se entrevé los detalles arquitectónicos. La primera, una línea horizontal de piedra, que cobra sentido cuando es posible acceder a la rampa. Este recorrido, dice el autor, “ralentiza el tiempo a través de la arquitectura”, permitiendo que el descubrimiento cobre dimensiones sensoriales únicas.
Entonces se revela un espacio de líneas simples, cristalino, con un corredor extenso en donde se exhibe el arte que nace en la casa. Entonce es evidente la integración de los diferentes niveles de la topografía y su diálogo entre lo construido y su movimiento, que se complementan con el sonido inconfundible del agua y el juego de la luz natural.
“Al llegar finalmente a la casa, ésta no tiene columnas, lo que permite liberar completamente el espacio generando un vacío que se encuentra definido por el plano horizontal superior y el inferior; creando de esta manera un espacio que enmarca el paisaje y que se vuelve el núcleo central del proyecto. La unidad y la horizontalidad alzadas se generan a través de la tensión entre el zócalo y el plano horizontal, mientras la frontalidad aparece cuando se observa el proyecto desde abajo. El prototipo que sutilizó para entender estos principios es la Casa Farnsworth de Mies van der Rohe”.
El arquitecto explica que la casa se encuentra totalmente anclada al terreno porque prácticamente está introducida en él. La gravedad está demostrada por la levedad de la línea horizontal y el espacio vacío que a pesar del peso del terreno que está por encima de él, no se percibe.
El proyecto se manifiesta de dos maneras. Por un lado, desaparece mimetizándose con el entorno, mientras que por el otro, la arquitectura se desnuda completamente, con una cromática que viaja entre el verde de la naturaleza, el azul del agua y el gris de la tierra.
Desde este frente, se admira un horizonte que quita el aliento. La apertura total del área social de la casa hacia el exterior hace que la luz se convierta en un factor decisivo que permite vivir de forma especial los distintos estados del día, desde el amanecer hasta el atardecer. Desde cualquier ángulo, la “Casa Taller de un Artista”, muestra paisajes únicos, dignos de inmortalizarse en arte.