Made In Ecuador

En Quito, La casa de atrás

El calor de la pertenencia

Un hogar en ladrillo y madera, con una vista interior que tan solo deja divisar plantas y árboles. Una cerca natural que cuida con recelo la privacidad y la magia de un lugar muy lejano al trajín y el bullicio citadino. Un espacio construido con una dosis genuina de amor y un sentimiento de pertenencia aflorado desde la infancia.

Esta es la casa de atrás, obra del arquitecto Ovidio Wappenstein, quien la construyó en 1964 y ganó un premio “Ornato” por ella. Tomó ese nombre porque precisamente estaba atrás de la casa de la tía abuela de la dueña actual y tía de su padre. El terreno fue una huerta que sus padres recibieron como regalo de matrimonio. Quien hoy la habita guarda memorias de crianza junto a sus hermanos, una sensación que envuelve a cada rincón.

A esta casa no la define un proyecto de diseño interior sino la mano casual y sencilla de quien la ha convertido en un refugio familiar, inspirada en el arte. Es que aquí habitaron coleccionistas de arqueología, arte colonial, popular y moderno, que sin duda han influenciado en la identidad reciente del lugar. Con un toque muy campestre, la disposición de las ventanas techo-piso y puertas corredizas son un ‘must’ , dejando aprovechar toda esa luz natural que viaja por la maravillosa altura de los techos, exquisita- mente diseñados con vigas de madera y puntos de luz. Desde adentro, el exterior se asoma como inmensas postales desde cualquier ángulo.

En el interior impera la calidez de la madera y la fuerza del metal, con una selección de ocres que aterrizaron en la decoración por pura casualidad. Uno de los rincones que llama la atención es la biblioteca, que fue el resultado de replantear una pared portante para lograr una transparencia construida con base en acero.

La sala principal se siente como el corazón artístico, con una puesta en escena de piezas coloniales como un increíble baúl tallado, figurillas coloniales y un óleo de un Cristo cuzqueño, todos detalles atesorados por años.

Por supuesto, como una joya en medio de un espeso entorno natural, el lenguaje arquitectónico de la casa se comunica con el exterior, con esa lógica tradicional de patios centrales. Desde el área social, la zona del comedor, compuesta por un imponente juego de madera sólida y una lámpara que cubre el largo de la mesa diseño propio de la dueña del espacio, se extiende hacia afuera a través de una terraza antigua que fue cubierta recientemente con una pérgola.

Por otro lado, está la piscina clásica, rodeada de flores y paredes de hoja verde, una elección de los niños que habitaron la casa, cuando el padre les propuso tener o una casa de campo o una piscina en la ciudad. La casa de atrás, detenida en el tiempo, da la bienvenida y nos despide con esa silueta añeja de su puerta principal, madera maciza con una carga de dramatismo colonial. Esta es una obra que se reinventa cada tanto, sin perder el espíritu de su pertenencia